Situado en lo alto de un edificio de ladrillo rojo del Upper West Side de Manhattan, había un antiguo loft con el espacio muy mal aprovechado. Allí ni siquiera se podía colocar holgadamente una cama o un sofá. La huella del apartamento reformado era de apenas 40m2, pero la altura libre alcanzaba los 7,31 metros. Esto permitió que unos arquitectos habilidosos hicieran una transformación integral que sí permitía alojar un programa digno de vivienda, resuelto además con mucha elegancia.
Exceptuando el cuarto de baño, todas las funciones de este Micro-Loft se distribuyen en un único espacio, sin tabiques, pero repartidas en cuatro plataformas. En el nivel más bajo está la entrada, el baño, y la cocina; unos peldaños más arriba está el salón, y subiendo la escalera llegamos al nivel donde está el dormitorio, desde el que se tiene vista sobre la sala. Desde allí, la escalera continúa hasta llegar a un jardín en la azotea. La única puerta existente es la del baño.
Todo el espacio que queda por debajo de las escaleras está aprovechado, ya sea con cajones, armarios, o con una parte del baño. En el dormitorio ocurre igual, la escalera discurre por encima del espacio de almacenamiento. Aparte de comprobar que se le ha dado utilidad a cada centímetro cuadrado, esta reforma mantiene en todo momento un nivel muy alto en sus acabados y detalles, haciendo que los electrodomésticos permanezcan ocultos, y que parte de los muebles de la cocina tengan su utilidad en el salón, convirtiéndose en un armario con sistema de entretenimiento integrado. El apartamento carece de armarios tradicionales.
Los materiales, texturas, y colores utilizados ayudan a que el apartamento reformado se vea como un hogar confortable y luminoso. Eso sí, con los muebles justos.
Este apartamento reformado fue llevado a cabo por los arquitectos de Specht Harpman. Fotos de Taggart Sorenson.