Éste es el trabajo de adaptación de 36m2 ubicados en un edificio de São Paulo (Brasil), para convertirlo en un apartamento que sirviera de residencia temporal a un hombre de negocios, divorciado, y que expresase la improvisación propia de una época de cambios.
La distribución está realizada en dos plantas. Deja en el piso de entrada un único espacio multifuncional con todos los muebles de almacenaje adosados a una de sus paredes. El dormitorio está situado en el piso superior, al que se accede por una escalera helicoidal metálica. La decoración está marcada por unos muebles que tienen la apariencia de grandes cajas de madera, combinados con otros elementos en color rojo y negro.
Esta disposición nos invita a cuestionar algunas de la decisiones tomadas en dicha reforma, ya que resulta extraño que no se haya aprovechado todo el espacio de la planta superior y así tener sitio para una zona de escritorio, por ejemplo. En su lugar se ha dejado un hueco de doble altura, pero con un cambio de textura en la pared, provocando un desequilibrio en la decoración. El color negro de la pared de la cama (cabecero), el armario del dormitorio, y sobre todo la lámina que envuelve la escalera, es más apropiado para viviendas donde no escasea la superficie. Y por último, el hecho de revestir el techo del salón con la misma madera que el piso del dormitorio, provoca un efecto agobiante, que además choca con la textura de los muebles-caja, que es completamente diferente.
A pesar de la crítica, es un apartamento que resulta acogedor.
El proyecto de este apartamento fue llevado a cabo por los arquitectos de Alan Chu.