Estas panorámicas aéreas son la mejor manera de presentar la casa japonesa Ginger. Sus 92m2 están organizados de manera poco convencional, de forma casi dispersa. El cliente quería que las habitaciones estuvieran abiertas a otros espacios (sin puertas). Por eso el arquitecto K. Sasaki pensó que nada mejor que distribuirla como las raíces de jengibre (de ahí su nombre, ginger).
La parcela no es muy grande (325m2), pero suficiente para albergar una casa con un sencillo programa. Se desarrolla con un estilo minimalista, donde el blanco es el color que todo lo invade, pero sin descuidar la funcionalidad de cada parte de la casa. El resultado es en todo momento coherente, y hasta poético.
La cocina es tal vez la pieza más singular de la casa, con una modulación geométrica tanto en el mueble de cajones como en la isla de trabajo. Hasta la campana extractora de humos se ha colocado dentro de un cubo blanco (como no). El «escaparate» a un diminuto jardín es un recurso que se repite en toda la vivienda, que además sirve como foco de luz natural.